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Cuevas de Altamira: una demostración del arte rupestre en su máximo esplendor

En la preciosa localidad de Santillana del Mar, en un prado a un par de kilómetros del centro urbano, se encuentra una de las cuevas más importantes del mundo, por todo el legado que nos ha entregado en forma de arte rupestre. La Cueva de Altamira, una demostración pasmosa de la creatividad que ya poseían nuestros antepasados hace miles de años, posee una historia rica y fascinante tanto en su creación como en su posterior descubrimiento, que llegó a ser puesto en tela de juicio durante muchos años. El arte que se encuentra en ella es sin lugar a dudas la mejor muestra de pintura rupestre que se ha hallado hasta la fecha.

A finales del siglo XIX, cuando el evolucionismo ya era tenido en cuenta casi como la doctrina única a la hora de explicar la historia de la Humanidad, el hecho de que nuestros antepasados casi homínidos fueran capaces de crear representaciones pictóricas tan detalladas y elaboradas parecía imposible. La cueva de Altamira vino a poner en duda todo aquello, además de suponer una verdadera revolución en la concepción del arte y la cultura de tiempos paleolíticos. De ahí su importancia, que pocas veces se valora como debería, tal vez porque en nuestro país no hemos sido capaces de darle el lugar que se merece.

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¿Cómo fue el descubrimiento de la Cueva de Altamira?

El descubrimiento de la cueva de Altamira fue cuanto menos curioso. Una tarde de 1868, el pastor asturiano Modesto Cubillas salió de caza con su perro. El animal quedó atrapado en una gruta al tratar de capturar una presa que se escapaba, y Cubillas acudió a socorrerlo. Fue entonces cuando descubrió la entrada a una cueva que parecía bastante grande. Como era habitual en aquellos tiempos, Cubillas informó de aquello al hombre para el que trabajaba, Marcelino Sanz de Sautoia, quien tampoco dio mucha importancia al lugar, al menos al principio. De hecho, no acudió a la cueva hasta siete u ocho años después, y no fue hasta 1879 cuando decidió inspeccionar a fondo la cueva. Fue su hija de ocho años, Sara, la que descubrió las primeras pinturas al internarse por su cuenta en la cueva mientras su padre se quedaba en la entrada. Desde entonces, Sanz entendió que estaban ante un descubrimiento grandioso.

Características de esta “Capilla Sixtina” del arte rupestre

Las pinturas detallistas fuera de cualquier otro periodo son la seña de identidad de este conjunto paleolítico, pero sin lugar a dudas las que más sorprenden son las del techo, las que están arriba del todo en la Gran Sala. Se trata de un conjunto de pinturas policromadas que por su detallismo y su espectacularidad han sido denominadas como la Capilla Sixtina rupestre, y aunque el parecido es más bien escaso con la obra maestra de Miguel Ángel, lo cierto es que la separación de miles de años entre una y otra obra hace que se conecten, de alguna forma, en su intencionalidad y en su imponente creatividad.

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Pinturas, ilustraciones y grabados de Altamira

La cueva de Altamira, por lo que se sabe hoy en día, fue habitada por un periodo de más de 20.000 años, así que en su interior encontramos pinturas de todas las épocas paleolíticas, de estilos muy diferentes. La mayoría de ellas son pinturas en grabado, aunque también hay pinturas sobre la piedra “a mano alzada”. En la mayor parte de las mismas se muestran figuras antropomórficas y animales, símbolos habituales en este tipo de arte, porque al final el hombre de aquellos tiempos representaba lo que veía, lo que tenía delante. Se encuentran escenas de lucha, caza y recolección. Otro de los datos más destacados de estas pinturas es su policromía, conseguida a través del uso de distintos pigmentos de color, para dotar de mayor realismo a los dibujos.

Conservación de las pinturas en su interior

Una vez determinada la gran importancia de estas pinturas y de la cueva en general, se llevaron a cabo trabajos especializados para la mejora y la conservación de las pinturas en su interior, especialmente las de la Gran Sala, donde se encuentran la mayoría de ellas y las más espectaculares. Los trabajos se han llevado a cabo desde hace décadas y hoy en día siguen dándose cada cierto tiempo, aunque la entrada de visitantes se ha reducido bastante y eso ha propiciado que la conservación del entorno y las propias pinturas sea mucho mejor. En el año 1985, la Cueva de Altamira fue catalogada como Patrimonio Universal por parte de la UNESCO, protegiéndola así y dotándola de relevancia a nivel internacional.

Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira

En 2001 se estrenó junto a la cueva el Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira, un lugar donde se recoge la historia de la cueva y su importancia a través de diferentes colecciones, con representaciones de las obras pictóricas más importantes de su interior, así como una gran colección de objetos sacados de la misma cueva y de otras cercanas, para poner al visitante en el contexto de la época en la que las pinturas se llevaron a cabo. Además del museo, el edificio funciona también como centro de Investigación para los expertos en este tipo de arte rupestre, que pueden estudiar aquí todo lo que tiene que ver con las pinturas de la cueva.