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Prostitución en Gran Hermano España

El 23 de abril del año 2000, la cadena española Telecinco estrenaba un programa que estaba llamado a marcar para siempre la televisión en el país del sur de Europa. Se llamaba Gran Hermano y tomaba directamente su nombre de la novela 1984, del británico George Orwell, en la que un gran gobierno espiaba todo lo que hacían sus ciudadanos. La idea que formaba parte de la premisa del programa no era muy diferente. Varias personas encerradas en una casa durante un periodo de 90 días, conviviendo entre sí sin conocerse, y vigilados por micrófonos y cámaras durante todo el tiempo. Mercedes Milá, la prestigiosa periodista catalana, estaba al frente del espacio, vendiéndolo como un experimento sociológico. ¿Cómo se comportarían aquellos hombres y mujeres sabiendo que estaban vigilados todo el tiempo? ¿Habría roces, amoríos, relaciones intensas, traiciones? Por supuesto, el programa era un concurso y había que ofrecer un suculento premio para todos aquellos que entraban. Pero al final, aquello fue lo de menos.

Gran Hermano se convirtió desde el primer momento en una auténtica revolución, un programa que cambió  por completo la televisión en España, como ya había hecho anteriormente en Países Bajos, de donde era originario. La productora Endemol empezó a facturarlo por todo el mundo y hoy por hoy hay decenas de versiones en  muchos países, incluyendo las VIP, donde concursan famosos. Gran Hermano se convirtió en la joya de la corona para Telecinco, que despegó con unas audiencias nunca antes vistas para un programa así. Era entretenimiento, pero también era real. Cada gala, cada resumen, ofrecía información importante sobre lo que ocurría en la casa. Las pruebas, los tonteos, las relaciones intensas entre los concursantes… Gran Hermano comenzó a alimentar a todos los programas de la cadena, y se hablaba de esos jóvenes desde primera hora hasta la madrugada. Pasaron de ser completos desconocidos, gente anónima, a convertirse en estrellas mediáticas. Para lo bueno y para lo malo, claro está. Y es que algunas de las personas que entraron a concursar contaban con secretos a sus espaldas que seguramente preferían que no viesen la luz. Su exposición pública, sin embargo, hacía esto imposible. Y la prostitución se convirtió en un tema habitual en los debates de Telecinco… y de toda España.

Un reality revolucionario

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El estreno del programa llegó rodeado ya de una inmensa expectación. Telecinco jugó muy bien sus cartas para mantener en vilo a los espectadores durante la semana previa, hasta conseguir que la primera gala tuviera una audiencia por encima del 30%. Hasta la llegada de Operación Triunfo, algunos años más tarde, Gran Hermano era el programa de televisión más visto, con mucha diferencia. Solo el fútbol podía compararse con los millones de espectadores que hacía de audiencia. Además, ayudaba a los otros programas de la cadena a alzar también sus datos, e incluso llegó a marcar máximos históricos en su final, tras 89 días de concurso en los que todo podía pasar. De hecho, los concursantes que entraron fueron siendo eliminados, pero otros salieron por voluntad propia, al enterarse de noticias del exterior. Fue el caso de Mónica Ruíz, acusada de prostituirse antes de entrar a la casa.

María José Galera

Las primeras acusaciones de prostitución, sin embargo, no cayeron sobre la mallorquina, sino sobre la sevillana María José Galera, primera expulsada del concurso. Galera apenas se llevó once días dentro de la casa, pero fue tiempo suficiente para enamorarse perdidamente de otro de los concursantes, Jorge Berrocal. Las imágenes de la pareja despidiéndose como si se fueran a la guerra son ya historia de la televisión en España, y demostraban que el programa había conseguido calar en la gente. Galera afirmaría poco después que aquella expulsión estaba pactada por el programa, ya que se habían conocido algunos datos de su pasado que serían publicados en poco tiempo.

De hecho, apenas unos días más tarde, la revista Interviú abrió su portada con la información que vinculaba a la concursante sevillana con la prostitución. Ante la mirada atónita de todos, María José Galera decidió afrontar la situación y no negar las evidencias. Explicó que había sido solo una época muy concreta de su vida, y que ya había quedado muy atrás. Que fue por pura necesidad, para poder sacar adelante a sus hijos, y que la gente siempre la señalaba por ello, y por eso no lo contaba. La revelación fue la comidilla de los programas del corazón durante semanas, y el debate sobre la necesidad de prostituirse, más allá de lo moral, se extendió por todo el público.

Mónica Ruíz

Tras el abandono de Silvia, concursante que había salido del programa para estar con su pareja, a la que conoció precisamente allí, Gran Hermano dio entrada a una nueva chica. Su nombre era Mónica Ruíz y era una joven balear de 25 años que trabajaba como azafata. Su entrada provocó un revuelo tanto en la casa como en el público, dada su simpatía y su belleza. Poco después, cuando la chica apenas llevaba una semana dentro de la casa, el programa le pidió que acudiera al confesionario, la habitación donde podían hablar en privado. Allí, Mónica supo que Interviú también había encontrado informaciones sobre ella, vinculadas con la prostitución.

En esta ocasión, ante la ausencia de nominaciones, el programa dejó en manos de la propia concursante la decisión de quedarse o salir. Finalmente, Mónica decidió salir de la casa, entre lágrimas, para intentar defenderse de aquellas acusaciones, que resultaron, no obstante, ser completamente ciertas. De hecho, se comentó que de haber seguido, seguramente hubiera sido expulsada por el propio programa, al haber ocultado información antes de entrar. Mónica y María José vivieron situaciones similares, pero tal vez la sorpresa del primer caso fue mucho mayor, y aquello hizo que la imagen de la prostitución jamás abandonase a Galera, mientras que Mónica dejó por completo el mundo de la televisión.

Otras concursantes relacionadas

Con más de dieciocho ediciones en España, Gran Hermano se convirtió en un programa imprescindible para entender la televisión del siglo XXI en el país. La sorpresa de aquel primer año se repitió en los años siguientes, con concursantes que ya tenían claro a lo que iban. Las polémicas se siguieron dando, y muchas otras concursantes fueron relacionadas con el mundo del sexo de pago. Aída Nízar, una de las concursantes más polémicas, fue acusada de haberse prostituido en varias ocasiones, algo que ella negó, aunque reconoció haber recibido ofertas suculentas. Meritxell y Bea, de la edición de 2017, también fueron vinculadas con ciertos perfiles en redes que provocaron muchas dudas. Y por último, la argentina Natacha Jatt reconoció haber cobrado por sexo en alguna ocasión, aunque aseguró que no era algo habitual. La polémica en este tipo de espacios siempre estaba servida, y el tema de la prostitución siempre ha dado mucho que hablar, por eso no es de extrañar que también encontrara su hueco en la nueva televisión de los realities.